Me siento incapaz estos días de escribir un post en que hable de intervenciones de cirugía estética cuando tengo la cabeza concentrada en la desgracia de Nepal. Tuve el privilegio de visitarlo hace unos meses, haciendo trekking en los Annapurnas y visitando todo el valle de Kathmandú, siendo la base de la estancia esa maravilla que es (¿era?, esto duele..) Bakhtapur, donde hice unos estupendos amigos que, felizmente, están bien aunque sin casa. Las imágenes de la plaza Durbar de Patan o las calles de Bakhtapur, un tesoro de ciudad medieval, se me han quedado fijadas en el recuerdo y no puedo dejar de mirar y mirar las fotos, de las ciudades y sus templos, y esa gente tan cálida y hospitalaria, con la sonrisa siempre presta, el calor con que te acogían.

Por suerte creo que son más sabios que nosotros, y conocen desde siempre que es eso de la impermanencia, una de las verdades budistas, y que ya que nada es para siempre pues todo cambia y nada permanece no tiene sentido aferrarnos, apegarnos a nada, a menos que queramos sufrir aún más. Las desgracias nos ayudan a hacernos ver las cosas que de verdad importan y cuáles no.

Pensaba en esto porque los cirujanos plásticos andamos estas fechas cargadísimos de trabajo al ser los meses de más solicitud de cirugía, y tenemos la cabeza inmersa en las mastopexias, implantes mamarios o abdominoplastias, contagiados por la presión de nuestros pacientes y nuestra propia obsesión por lograr resultados perfectos, sufriendo con vosotros como un drama si algo no sale como debiera o surge alguna complicación, convencidos de que nada hay más importante que conseguir pacientes satisfechos y los pacientes centrados en que su cuerpo luzca como deseaban.

Vivimos en una sociedad cada vez más obsesionada por la apariencia, que parece que debiera ajustarse a un patrón de belleza muy concreto, y le damos una importancia desmedida . Este supongo es el privilegio de las sociedades desarrolladas y acomodadas, donde tenemos las necesidades básicas cubiertas y por ello podemos permitirnos preocuparnos por mejorar nuestro aspecto. A veces los o las pacientes nos persuaden de que les vaya la vida en ello, que no pueden vivir o son muy desgraciadas si tienen  un pecho así o con esas piernas, más aún si encima surge algún problema tras la cirugía que pueda comprometer un resultado perfecto, pero es que en verdad hay cosas muchísimo más importantes, y somos muchísimo más que nuestro pecho o nuestras piernas, nuestro valor como personas está muy por encima de esto, ¿no os parece?

Mujer Nepal

Y es que, además, es tan subjetiva la belleza. ¿No es normal que encontremos guapas a las personas que queremos o nos caen bien? ¿A que no solemos darnos cuenta de cómo pasan los años para con los que queremos, siendo capaces de verlos siempre igual? Por mi parte, cuando fuera de mi consulta algún amigo o amiga me pregunta por algún rasgo de su estética, yo me siento incapaz de hacer una mirada objetiva, pues a los que queremos los miramos con subjetividad, el cristal a través del que miramos tiene siempre colores, en función de lo que nos haga sentir o trasmita esa persona. Entonces, no parece tener mucho sentido amargarnos porque nuestro aspecto no se ajuste a un canon, pues ni nosotros nos aplicamos a nosotros mismos ni los demás a nosotros una valoración objetiva, siempre es subjetiva. Y si es subjetiva cuentan más cosas, nuestra personalidad, el halo de optimismo, felicidad, amabilidad o sus negativos que trasmitamos….Y tiene mucho más sentido que empecemos por ahí, antes de obsesionarnos o amargarnos por nuestros rasgos externos. Tendríamos que querernos más y tratarnos mejor, cuidar nuestra mente primero, nuestro cuerpo después y sólo después, si nuestras condiciones de vida nos permiten ese privilegio, valorar si nos haría más felices cambiar algún rasgo de nuestro cuerpo, pero con tranquilidad y en su justa importancia, pues no nos va la vida en ello.

Es este mensaje el que intento trasmitiros siempre, los que me conocen saben que no me gusta nada venderme en el aspecto profesional, y detesto ir por ahí haciendo sugerencias o persuadiendo a la gente para que se operen. Yo quiero que mis pacientes tengan claras las cosas, en su justa medida, sin obsesiones ni excesivas inseguridades, nosotros estamos para ayudar pero no para crear o mantener complejos.

Cuánto más me reafirmo en estas opiniones cuando pasan situaciones tan terribles como la que está azotando Nepal, pues pensar en ello hace que pongamos las cosas en su sitio. Mis fotos de ese viaje están llenas de gente amable, sonriente, en un entorno como salido de un sueño, y cuando las comparo con las que tenemos ahora me entran ganas de llorar. Por ello, aparte de colaborar cuanto podamos por ayudarles, cosa que os animo a hacer, podríamos sacar de esto una buena lección, y es que no podemos olvidar lo privilegiado de nuestra vida y que, si llegamos al punto de ser infelices porque nuestro cuerpo no es el que nos gustaría, algo debe estar muy errado dentro de nosotros.

Nada de obsesionarse entonces, dadle a vuestro aspecto la importancia justa, pues recordad que eso de la belleza es muy subjetivo y además nada es para siempre , ni nuestra juventud, ni nuestros trabajos, ni las relaciones, nada (ni las ciudades más bonitas del mundo). Y hay cosas que importan mucho más.