Tradicionalmente se ha considerado que la nariz masculina debía tener carácter, asociándose masculinidad o virilidad al poseedor de una nariz prominente.

En cambio, el paradigma de la nariz femenina era que ésta fuera pequeña. Pero, a lo largo del último siglo, esa aceptación cuando no admiración por las narices masculinas importantes ha ido cambiando, y aunque sigue siendo más fácil para un hombre que para una mujer ser portador de una buena nariz, hoy consideramos que, para que un hombre sea bello, su nariz no debe poseer ninguna característica particular, esto es, debe carecer completamente de «carácter». En este post, así como en el anterior, vuelvo a basarme en los fascinantes ensayos de Desmond Morris, «El hombre desnudo» y «La mujer desnuda«.

 

Como ya expuse en el post de la semana pasada, la nariz resalta en la cara humana pues es el único elemento protruyente en una cara bastante plana, a diferencia del resto de los homínidos, cuya nariz es también plana. Esto se debe a la función de esta estructura y a los cambios evolutivos para adaptarse al medio. La nariz tiene tres funciones:

  • Sede del órgano del olfato.
  • Calienta, humedece y filtra de partículas y polvo el aire que llega a los pulmones.
  • Protege el ojo, junto a los rebordes supraorbitarios (pensad en las cejas y la nariz de un boxeador y valorad cuántos golpes dirigidos al ojo habrán parado…)

La diferenciación sexual hizo que los machos se dedicaran a perseguir o huir de las presas y animales peligrosos, por lo que la nariz en ellos se desarrolló más que en las hembras, a fin de adaptarse a estas actividades. Así, se fueron configurando las ecuaciones nariz pequeña = nariz femenina y nariz grande = nariz masculina. La nariz grande y larga en los hombres se consideraba un atributo de su virilidad, casi un equivalente fálico.

Es muy curioso cómo los estudiosos de la fisiognomía, disciplina bien poco científica por cierto, describieron cinco tipos de nariz y los patrones de personalidad que presuponían. A saber:

    • Nariz romana o aquilina. Correspondía a hombres decididos, firmes y enérgicos. De hecho, en la Antigua Roma , ser portador de una nariz así era un signo de virilidad, todo un lujo y un halago.

– Nariz griega o recta. Varones refinados y amantes del arte (¡qué tendrá que ver! Recordad que esto es sólo una curiosidad, sin base alguna).

    • Nariz cogitativa o ancha. Correspondía a un hombre pensador, serio y sesudo.

    • Nariz aguileña. Al parecer se correspondía con un hombre sagaz, incisivo y mundano… un consuelo para sus poseedores.

    • Nariz chata. Desconfiaban de estos varones, pues se les presuponía debilidad, maldad, incluso insolencia. ¡Y pensar que ahora el paradigma masculino es alguien como Brad Pitt!

Está claro que antes una nariz masculina grande era más importante que ahora, pues atribuían a los poseedores de una nariz larga y bien dotada las cualidades de la sensatez, confianza, seriedad, disciplina.Todo esto ha cambiado mucho, por más que sea evidente que para un hombre siga siendo más fácil de asumir una nariz grande que para una mujer. Son precisamente esas narices que antes se llevaban con tanto orgullo las que ahora más se solicitan para una rinoplastia. Los portadores de una nariz griega detestan esa falta de ángulo en la raíz nasal y nos piden que rebajemos el hueso para recrearlo. Y si las  narices aguileñas o raciales disgustan y acomplejan, las narices romanas y alargadas tal vez gusten aún entre los franceses pero en nuestro país no es así.

¿Por qué estos cambios?

 

    • Una nariz pequeña indica juventud. Nuestra nariz crece a lo largo de los años, y las narices grandes entonces denotan mucha edad. La nariz es uno de esos rasgos que más indican en nuestro rostro el paso de los años, por lo que si la nariz es pequeña, o no ha crecido mucho, equivale a juventud.

  • El rol masculino ha cambiado muchísimo. Una nariz grande indica carácter y autoridad, en cambio una nariz pequeña es propia de muchachos, jóvenes y menos dominantes, tal vez un compañero más afable y colaborador. Ya no gustan esos galanes del Hollywood dorado con esas narices soberbias y aquilinas, hoy los varones más deseados tienen narices menos llamativas, más pequeñas.
  • La globalización. Los orientales, con narices muy pequeñas y planas, solicitan occidentalizar su nariz, aumentando o elevando su dorso y punta. Los varones de Centroamérica desean una nariz con una punta más rotada y menos caída, menos racial. Los portadores de narices negroides, de punta muy ancha y plana con orificios nasales muy visibles solicitan elevar y estrechar la punta ( siendo lo deseable no llegar a casos tan dramáticos como el de Michael Jackson).Ya no parece deseable una nariz racial.

 

Actualmente la rinoplastia es la intervención de cirugía estética más demandada entre los hombres, y casi un 25% de las rinoplastias se realizan a hombres. El objetivo, obviando los casos de reconstrucción o postraumáticos, es lograr una nariz que no llame la atención. Pocos rasgos acomplejan tanto como una nariz desproporcionada o excesiva, pues tiende a ser objeto de sátira o burla si es extrema, pero nunca de alabanza si es bonita. Puede estropear todo el conjunto, por más bello o armonioso que sea el resto. De hecho, las primeras rinoplastias estéticas fueron para tratar importantes rinomegalias, que deprimían y bloqueaban la vida social y laboral de estos pacientes.

 

La primera rinoplastia de reducción fue realizada,  y publicada, por el cirujano alemán Jacques Joseph en 1898 (en realidad era Jakob Joseph, pero en la Alemania de finales del XIX el origen judío ya era algo que intentaban ocultar, y los años siguientes no hizo sino agravarse como por desgracia todos sabemos). Muchos jóvenes de origen judío, dotados de la típica nariz semítica, grande y aguileña, solicitaron a este y otros cirujano modificar esta nariz que los estigmatizaba en una sociedad discriminatoria hacia este pueblo en concreto.

Según Joseph, la rinoplastia no era una operación que alimentaba la vanidad del sujeto, pues la vanidad sería el deseo de alcanzar la excelencia. «El paciente medio que se somete a una rinoplastia desea librarse de la sensación, real o imaginada, de tener una nariz demasiado visible». Y, según Jacques Maliniac (1889-1976), «la nariz posee características raciales marcadas y fáciles de discernir. En un entorno ajeno, dichas características pueden llegara ser muy perjudiciales. Una nariz negroide es una clara desventaja social y económica para un caucásico de piel oscura».

No es una cuestión de vanidad. Se trata de conseguir una nariz armónica que no resulte visible, ni condicione, a fin de lograr la aceptación de la imagen que nos devuelve el espejo o la mirada del otro. Con sensatez y sin excesos.

Quedo a vuestra disposición pero NO ATENDERÉ NI ON LINE NI POR TELÉFONO CONSULTAS SOBRE:

  • Intervenciones realizadas por otros especialistas
  • Ni aquellas que exijan una valoración del paciente en persona.

Gracias por vuestra comprensión.