La subjetividad de la belleza y las cosas que importan
Me siento incapaz estos días de escribir un post en que hable de intervenciones de cirugía estética cuando tengo la cabeza concentrada en la desgracia de Nepal. Tuve el privilegio de visitarlo hace unos meses, haciendo trekking en los Annapurnas y visitando todo el valle de Kathmandú, siendo la base de la estancia esa maravilla que es (¿era?, esto duele..) Bakhtapur, donde hice unos estupendos amigos que, felizmente, están bien aunque sin casa. Las imágenes de la plaza Durbar de Patan o las calles de Bakhtapur, un tesoro de ciudad medieval, se me han quedado fijadas en el recuerdo y no puedo dejar de mirar y mirar las fotos, de las ciudades y sus templos, y esa gente tan cálida y hospitalaria, con la sonrisa siempre presta, el calor con que te acogían.
Por suerte creo que son más sabios que nosotros, y conocen desde siempre que es eso de la impermanencia, una de las verdades budistas, y que ya que nada es para siempre pues todo cambia y nada permanece no tiene sentido aferrarnos, apegarnos a nada, a menos que queramos sufrir aún más. Las desgracias nos ayudan a hacernos ver las cosas que de verdad importan y cuáles no.