¿Es mi nariz demasiado grande, o demasiado pequeña, para mi cara? Es ésta una de las preguntas que más nos planteáis, sobre todo los adolescentes, preocupados por una nariz que se ven disarmónica, en una etapa de cambios faciales y corporales que les traen tantas inseguridades, al serles a veces difícil integrar esos cambios y su nueva apariencia en su esquema corporal e imagen. Y, sin duda, es la nariz lo que más suele preocupar y más problemas de autoestima conlleva.

En este post sólo hablo de cirugía estética de la nariz, no me refiero a la corrección de narices desviadas, postraumáticas o con defectos congénitos. Sólo trato de cómo se plantea la rinoplastia puramente estética.

La demanda de rinoplastias entre los jóvenes ha aumentado debido a fenómenos como las redes sociales y el auge de los selfies, que supone una sobreexposición a la mirada de amigos y desconocidos, muchos de ellos futuros amigos o futuras relaciones sentimentales o laborales, cuyo primer contacto con nosotros va a ser esa foto en Facebook, Twitter o Instagram. Esto conlleva una visión más crítica de la propia imagen, que, centrada en el rostro, recae especialmente sobre nuestra nariz, seguida por el mentón (y aquí la culpa la tienen las webcam, que tan mal hacen lucir nuestro cuello, ¿quién no se ve papada en la pantalla?).

¿Qué cirugías nos hacen parecer más atractivos? Claramente las que modifican nuestro esqueleto facial, es decir, las que afectan a la nariz, mentón, mejillas y línea mandibular, muy por encima de cirugías como las blefaroplastias o los lifting. Es decir, hay cirugías que nos hacen parecer más jóvenes, pero no necesariamente más atractivos. Un rostro bello es el que tiene un equilibrio, unas proporciones, entre la nariz, el mentón, los huesos del pómulo o malares y la mandíbula. La nariz, en el centro de la cara, tiene un papel esencial en el equilibrio y la belleza facial, por ello desviaciones de la proporción en la altura del dorso, anchura y proyección de la punta o la longitud de la nariz pueden desequilibrar todo el conjunto.

Y ¿qué cirugía sube más la autoestima, la rinoplastia o el aumento mamario? Pues sí, nada puede mejorar tanto nuestra autoestima como corregir esa nariz que tanto nos desagrada, más (¡más aún!) que un aumento mamario. Y es que lucir mejor puede hacernos sentir mejor, por su efecto en la autoestima y el estilo de vida que va a suponer este cambio.

Hasta aquí todo muy claro, corregir una nariz desproporcionada o disarmónica nos puede hacer más atractivos y subir nuestra autoestima, pero resulta que la rinoplastia es una de las intervenciones más dificultosas en nuestra especialidad, y es toda una responsabilidad por nuestra parte, pues no siempre resulta fácil aunar el ideal de un buen resultado estético (bueno no, ¡debe ser perfecto!) con lograr las expectativas del paciente y que éste quede satisfecho. Y, hablando de expectativas, lo primero que debe hacer el cirujano es valorar muy bien ese grado de deformidad o disarmonía, que a veces no es tal.

El problema está en esa valoración subjetiva por parte del paciente de esas alteraciones, que pueden ser mínimas ante una valoración objetiva, pero que atormentan y obsesionan al paciente… las cifras son sorprendentes pero, en estudios entre pacientes intervenidos de una rinoplastia, se ha encontrado que más de un tercio presentaban algún tipo de desorden o trastorno dismorfofóbico, sobre todo entre jóvenes y adolescentes. Esto es delicado, por lo que es de lo más recomendable que los pacientes visiten a varios cirujanos y recabar diferentes opiniones y, si son adolescentes, siempre acompañados de sus padres para definir lo mejor posible el grado y objetividad de esas alteraciones. La dismorfofobia es el rechazo a la propia imagen que ven distorsionada, de modo que nunca quedarán satisfechos, ni antes ni después, de ninguna cirugía por muy acertada que sea (un caso bien conocido es el del tristemente malogrado Michael Jackson, infeliz e insatisfecho pese al  fervor de sus millones de admiradores, y que tantas rinoplastias se realizó, siempre en manos de los mejores especialistas en este campo). Pero hay pacientes que, pese a no tener este tipo de trastornos, solicitan una cirugía para retoques mínimos, poco justificados… ¿qué hacer?. Como dice el refrán, “lo mejor es enemigo de lo bueno”, y operar una nariz cuando no se necesitaba puede conllevar un resultado insatisfactorio, que tal vez provoque una reacción en cadena de más y más revisiones quirúrgicas, con resultados cada vez peores. Hay que sopesar muy bien cuándo operar y cuándo es mejor convencer al paciente de lo equivocado que está.

Lo primero que hará el cirujano es entonces escuchar, y mirar muy bien al paciente. Éste debe trasmitir muy bien qué es lo que le desagrada, cómo se ve y qué piensa que sería lo que le quedaría bien, cuáles son sus expectativas. El cirujano valorará si esas quejas o problemas planteados se justifican al explorar su nariz, y el grado de objetividad del paciente o por el contrario si su percepción está distorsionada y sólo hay problemas mínimos, o inexistentes. Confrontará si las expectativas del paciente son realistas, si el resultado que busca concuerda o no con su estética o armonía facial, si la cirugía puede conseguir, en su caso concreto, el objetivo deseado, o si esas expectativas van más allá de los cambios físicos que pueda conseguir la cirugía. Serán malos candidatos los individuos con un concepto de la deformidad exagerado o con expectativas irrealistas, que suelen tener una personalidad indecisa, insegura, ansiosa, obsesiva, a veces depresiva, pues la cirugía, por muy exitosa que sea, nunca va a resolver sus auténticos problemas y además se corre el riesgo de agravarlos si el resultado no es el que esperaban (algo de lo más esperable en pacientes perfeccionistas, inseguros, que en realidad no se gustan nada, ¡mejor no operar!).

Pero muchas otras  veces solemos encontrarnos con pacientes con un problema concreto y una idea clara. ¿Qué se busca cuando se acomete una rinoplastia?. La principal causa de consulta es el dorso alto, con giba o “caballete”, seguida por las alteraciones de la punta, caída, ancha, cuadrada, bulbosa… Otras veces, el paciente se ve la nariz demasiado larga, o muy corta. Los objetivos serán entonces bajar el dorso (en ocasiones subirlo), corregir la punta, acortar o alargar la nariz, estrechar o alinear las líneas del dorso, simetrizar y rectificar desviaciones… combinado si precisa con septoplastias y cirugías de los cornetes, injertos funcionales, estructurales, de aumento… Hay un sinfín de técnicas, a aplicar según cada caso, que debe estudiarse en profundidad, una vez decidida la idoneidad del paciente. 

Podríamos extendernos hablando de las proporciones que nos parecen perfectas, ¿para la nariz caucásica? ¿un mismo tipo de nariz para todos? Yo no lo veo así, esta cirugía más que ninguna debe individualizarse al máximo, no buscamos una nariz bonita y perfecta, buscamos que el rostro sea bonito, con una nariz en armonía, no una nariz estándar. Para ello los pacientes harían bien en recabar varias opiniones y buscar siempre cirujanos especializados, a los que deben explicar con mucha claridad qué desean exactamente (por ejemplo, es muy habitual solicitar un dorso “natural” , no artificial, cuando en cambio lo quieren muy bajo, pero un dorso tan bajo no es lo natural si las proporciones óseas no lo determinan. ¿El cirujano debe adivinar vuestros pensamientos?), hay que expresar qué se desea y qué no.  La tarea del cirujano será mirar y escuchar muy bien y escoger la mejor técnica para cada caso, haciendo cuanto haya que hacer pero sólo si es imprescindible, no tocar lo que estaba bien e imponer su punto de vista estético cuando, conocedor de las proporciones, tiene claro qué hacer para crear la armonía buscada. Y, por supuesto, explicárselo muy bien al paciente. La calidad de un cirujano se mide entre otras cosas por los pacientes que rechaza al considerar que no deben operarse.

Una nariz bien indicada en un paciente con un problema objetivo y las ideas claras es tal vez lo mejor de la cirugía plástica, y nada mejora tanto la apariencia y la autoestima como una rinoplastia bien hecha y bien indicada.  Así que, ante la pregunta que da título a este post, “no me gusta mi nariz, ¿me iría bien una rinoplastia?”, rotundamente sí, si en verdad está justificada esa deformidad y pensamos que va a mejorar su aspecto, siempre que el paciente tenga la sensatez y el grado de madurez suficiente. ¿A partir de qué edad? Los adolescentes suelen presionar mucho, pero recordemos que es imprescindible la madurez, física y sobre todo mental, así que mejor esperad un poco más.

Quedo a vuestra disposición pero NO ATENDERÉ NI ON LINE NI POR TELÉFONO CONSULTAS SOBRE:

  • Intervenciones realizadas por otros especialistas
  • Ni aquellas que exijan una valoración del paciente en persona.

Gracias por vuestra comprensión.