Revisando bibliografía he encontrado un interesante artículo en nuestra revista Aesthetic Plastic Surgery, 2014, vol 38, donde unos investigadores italianos (Rosati, Codari et al) realizan un estudio tridimensional computarizado de la superficie de los labios para evaluar el proceso de envejecimiento labial. El objetivo de este estudio y similares es determinar qué factores son decisivos y cuáles son los cambios más claros y significativos, a fin de planificar el mejor tratamiento para rejuvenecer, en este caso los labios, tras un buen conocimiento del proceso e individualizando al máximo, pues esto no consiste sin más en “rellenar” los labios.

En este artículo, aunque los autores admiten que es una muestra pequeña, encuentran que el dato más significativo es la variabilidad en las curvaturas, con sus convexidades y concavidades, del contorno y superficie labial. Es decir, en los jóvenes hay una amplia variabilidad en estas curvaturas (son áreas convexas el arco de Cupido, la línea del contorno cutáneo-mucoso o el tubérculo labial, y son cóncavas por ejemplo el filtrum), esto es, los labios son más irregulares, mientras que en personas de mayor edad los labios son más aplanados, con menor variabilidad. No encuentran sin embargo que sea tan definitiva la pérdida de volumen, de forma que rejuvenecer un labio debería entonces estar más enfocado no tanto en rellenar como en recrear más curvas en contorno y superficie.

 La evolución de los labios con la edad se puede correlacionar con la del resto de la cara. Encontramos que hay modificaciones en los tejidos duros (el esqueleto o macizo facial) y en los tejidos blandos, que son una serie de capas, la piel, el tejido celular subcutáneo o la grasa, superficial y profunda, las aponeurosis y los músculos mímicos. Con los años el hueso sufre un proceso de resorción, los músculos se debilitan (y se acortan), la grasa se atrofia, las fibras de la dermis se desorganizan perdiendo estructura y elasticidad y la piel se adelgaza.

Los cambios en el macizo o huesos faciales son especialmente significativos en maxilar superior y mandíbula, notablemente el maxilar, que se resorbe y parece rotar hacia la base del cráneo, haciendo que la cara pierda proyección y altura en su tercio medio, y dejando con menos soporte a los tejidos blandos, que pasan a evolucionar diferentes al hueso. Este proceso es el responsable del marcado de los surcos nasogenianos y sobre todo de cómo se ve cada vez mayor el labio inferior respecto al superior, que ha perdido proyección (la pérdida de piezas dentarias agrava esto aún más). Así, aunque las consultas se centren en los cambios del labio superior, vemos que la clave está en la pérdida de la relación entre el superior e inferior. Esta situación suele ser más evidente en mujeres.

En cuanto a los cambios en los tejidos blandos, a los anteriormente señalados sumaremos la relajación de las estructuras ligamentarias en la parte central o medial de la cara, que veremos en forma de descenso de la ceja, alargamiento de los pliegues nasogenianos, mayor dimensión vertical del párpado inferior, descenso de la bolsa grasa malar, marcado de las bandas platismales y un contorno facial más cuadrado, y el mismo proceso se repite  explicando el aplanamiento de los labios.

En los labios tendremos por una parte esta pérdida de soporte por la resorción ósea y la relajación de las estructuras ligamentarias, que se suman a los cambios histológicos de sus tejidos blandos: las células epiteliales (las más superficiales) tienden a aumentar su tamaño, al tiempo que disminuye el porcentaje de agua intercelular; disminuye la distensibilidad de la mucosa del labio inferior (y aquí afecta mucho la exposición solar), al alterarse sus fibras elásticas y mostrar más fibrosis, lo que añadido a la reducción del líquido extra e intracelular explica cómo el labio inferior con la edad se vuelve más rígido y seco.  El músculo orbicular sufre una atrofia, que añadida a los cambios en el tejido celular subcutáneo explica la disminución del grosor labial. Pero más que la pérdida de volumen parece más definitivo en este aplanamiento senil del labio el descenso de los tejidos blandos de todo el arco labial. Es decir, más que una pérdida de volumen son determinantes el aplanamiento y pérdida de las curvaturas en un labio de aspecto senil. 

El tratamiento para rejuvenecer un labio se enfoca de varias maneras. Por una parte podremos tratar la excesiva contracción del músculo orbicular, que acentúa y profundiza las arrugas y pliegues, mediante toxina botulínica. La pérdida de volumen se compensa con los fillers tipo ácido hialurónico, aquí específicos para labio (excelentes los de las últimas tecnologías vy-cross, recordemos que no todos son iguales…) o bien con microinjertos de células grasas autólogas. Para reducir arrugas superficiales, en especial si son muy abundantes y/o profundas, es mejor recurrir a peelings químicos, láser resurfacing o dermoabrasiones, que se suelen combinar con los tratamientos anteriores. Por último, las técnicas quirúrgicas de lip lift son perfectas para reducir un labio alargado o evertirlo o recrear su forma.

 

Ahora bien la conclusión de este post es que no se trata sin más de rellenar un labio sino de rejuvenecerlo, y vemos que esto consiste en recrear un labio más prominente, con más curvas y relieves a nivel tridimensional, por lo que hay que centrarse en contornear el arco de Cupido, el filtrum, una línea cutáneo-mucosa nítida y con relieve, unos labios superior e inferior con formas diferentes, leves concavidades a los lados alrededor de la línea del perfil y bajo el labio inferior; en resumen con superficies diferenciadas y muchas curvaturas, en lugar de rellenarlos (o sobrerrellenarlos) y cambiar su forma natural. Y, siempre, tratando también toda el área peribucal, así las líneas de marioneta, los surcos nasogenianos, la premaxila, el mentón… No es sin más un aumento de labios.

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