La única forma de quitar una cicatriz de cesárea o laparotomía media infraumbilical es mediante una abdominoplastia. Es decir, cambiando esa cicatriz tan visible (casi siempre adherida y retráctil) por una transversal, baja y fácilmente ocultable con la lencería o ropa de baño.

No solo corregiremos esa cicatriz que parte el contorno del abdomen, también tratamos la habitual debilidad muscular secuela de la cirugía que la motivó (cesárea, histerectomía…). Pues, aunque se suturen bien los músculos rectos abdominales en la primera cirugía, éstos siempre quedan más débiles al abrirlos. Es también habitual ver cómo la cicatriz queda pegada a planos profundos, resultando retráctil y a veces dolorosa, además de muy inestética, pues parte la parte inferior del abdomen y se percibe hasta con la ropa si es pegada.

En una abdominoplastia, en la que es imprescindible que tengamos exceso de tejido en la zona supraumbilical a fin de poder resecar toda la piel infraumbilical, retiramos esta cicatriz dejando unos tejidos liberados, no adheridos, un ombligo también liberado y bien posicionado (muchas veces la cicatriz retrae el ombligo tras la laparotomía), una pared muscular bien reforzada con una buena plicatura de los rectos y, si además hacemos liposucción en la misma intervención, lograremos un contorno global del tronco mucho más armonioso.

Este caso muestra una cirugía – lipoabdominoplastia – en la que se trató un abdomen con cicatriz vertical infraumbilical, ancha y adherida, con músculos débiles e importante diástasis, mínima hernia umbilical y contornos muy rectos. El resultado es a un año de la intervención.

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